Mostrando entradas con la etiqueta . Yeshe Tsogyel. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta . Yeshe Tsogyel. Mostrar todas las entradas

[..] Las limitaciones de la influencia de las mujeres en el ámbito institucional en Tíbet se ven en muchos aspectos. Según un estudio realizado de los textos de los comentarios del canon tibetano, existe existe poca evidencia de las contribuciones de las mujeres, o incluso de su presencia en la vida monástica y en los linajes. 
Pero, cuando el estudio aborda las dimensiones rituales y yóguicas del budismo vajra­yana, se percibe mayor certeza respecto a la participación de las mujeres. La influencia de las mujeres es notoria, particularmente en las tradiciones orales de Tíbet, en la narración de cuentos, en la poesía, y en el canto, tanto secular como religioso. Podemos hallar ejemplos, especialmente, en los cantos de Milarepa, los siddhas, y la música del chó y de las tradiciones shije.
Además, ciertas transmisiones chamánicas de la tradición yóguica han sido siempre transmitidas por las mujeres, como la posesión del delok, donde la mujer, literalmente, muere en un descenso visionario a los reinos del infierno, para regresar de nuevo a su cuerpo humano con los recuerdos y el conocimiento direc­to obtenido de la experiencia. A veces las mujeres sirven de oráculos, en cuyo caso son mediadoras de unas deidades específicas que guían los aspectos sagrados y seculares del monasterio, el gobierno y el pueblo. Las mujeres también han tenido un papel definitivo en el descubrimiento de termas, o textos escondidos de gran valor, pero normalmente debían tener cuidado en no propagar sus descubrimientos durante un número concreto de nacimientos.

Hasta épocas recientes, la atención de la tibetología occidental se ha centrado mayoritariamente en la manifestación institucional de la tradición, descuidando casi por completo las aportaciones, las intuiciones y las transmisiones de las muje­res, a menudo consideradas como tradiciones supersticiosas o meramente popu­lares. Barbara Aziz señaló que, probablemente, esto es debido a la naturaleza patriarcal de la erudición occidental, que al hacer honor a las tradiciones monás­ticas y a los textos clásicos, fortalece los hábitos patriarcales de las instituciones budistas de Tíbet. 

Los estudios recientes han empezado a corregir este desequilibrio, mostrando mayor interés en los aspectos chamánicos y yóguicos del budismo y en las tradiciones orales, y menos en los aspectos institucionalizados de la tradi­ción tibetana. A medida que los estudios avancen en este ámbito, sabremos más sobre las transmisiones y aportaciones de las mujeres tibetanas.

Un estudio relevante sobre las vidas religiosas de las mujeres en Tíbet es la obra de Geoffrey Samuel, quien argumenta que, en el estudio del budismo tibetano, 
se resuelven muchas complicaciones al distinguir entre dos componentes generales, complementarios de la vida religiosa: el monástico (clerical) y el yóguico (chamánico). 

Los aspectos monásticos de la sociedad tibetana conciernen a la vida insti­tucional en la que la disciplina, la conducta, la educación y el poder son regidos por el código disciplinario monástico y por objetivos que, si bien no son la iluminación, tampoco son necesariamente contrarios a ésta. 

A diferencia de ello, la dimensión yóguica sitúa su énfasis en la transformación social y espiritual por medio de la práctica yóguica, y se atiene a visiones de la realidad diferentes de las normas convencionales predominantes. La dimensión yóguica también incluye muchos elementos populares con fines pragmáticos, que no son los de la iluminación.

Samuel describió cómo estos dos aspectos complementarios pueden entrelazarse en las actividades de un lama, un yogui, o un practicante laico en particular, y cómo, sin lugar a dudas, se entrelazan en el desarrollo de las instituciones religiosas. Sin embargo, estos dos aspectos "están basados en orientaciones hacia el mundo, y hacia la experiencia y la conducta humanas fundamentalmente dife­rentes". 

El budismo yóguico centra su atención en la transformación y los medios de transformación. En su dimensión popular, el budismo yóguico puede desear transformar las circunstancias convencionales, como prolongar la vida, atraer riqueza, o prevenir desastres; o puede buscar únicamente la transformación última, la iluminación. Para ello, emplea una variedad de métodos visionarios y ritua­les, pero su poder reside en la percepción directa de la naturaleza de la mente y de la realidad, que en Tíbet se dice que es la esencia de la experiencia de la iluminación de Buda.[..]

[..] Si bien es cierto que en el budismo institucional las mujeres tibetanas juegan un papel público secundario, en los linajes yóguicos han emergido como maestras y sostenedoras de transmisiones y prácticas especiales. Han ejercido como funda­doras de nuevos linajes de enseñanzas, como en el caso de Machik Lapdrón; han jugado un papel importante en las tradiciones de tesoros escondidos (termas) de Tíbet, que empezaron con Yeshe Tsogyal; han desarrollado prácticas singulares, como hizo Guelongma Palmo, quien combinó la práctica de Avalokitesvara con el ayuno en la meditación de nyungne; se han manifestado como consortes y "madres secretas" de grandes yoguis, enseñando en privado o a través del ejemplo de su propia vida, como en el caso de Dagmema; han sido yoguinis célebres que han practicado en retiro, como los ejemplos contemporáneos de Ayu Khandro y Jetsün Lochen Rimpoché. 

Estas mujeres ejercían un papel yóguico, más que aca­démico o monástico, probablemente porque la estructura social tibetana tradicional les había negado educación monástica y el liderazgo. 


Una rara excepción es Jetsün Mingyur Paldrón, la hija de Mindróling tertón Terdag Lingpa, famosa por su agudo intelecto y gran erudición. Fue la responsable de la reconstrucción del monasterio de Mindróling tras ser destruido por los dzungars, a principios del siglo XVIII. Como hemos mencionado, existen obras dedicadas al estudio de las mujeres tibetanas, no siendo éste el tema central de este libro. No obstante, Marilyn Silverstone en el monasterio de Shechen en Boudhnath, Katmandú, en tanto que estas yoguinis tibetanas han sido consideradas dakinis humanas, entran dentro del alcance de nuestro estudio, y hablaremos de ellas en el Capítulo 6, cuando se aborde el tema de las dakinis personificadas.
El símbolo de la dakini continúa siendo la esencia viva de la transmisión vajra­yana, la auténtica substancia de la tradición yóguica. Mientras que los círculos monásticos y los sistemas filosóficos pueden mostrar elementos de influencia patriarcal, esta esencia viva no conlleva tal influencia. Es esencial estudiar a la daki­ni en su propio contexto, para comprender el poder y la importancia de este sím­bolo en la auténtica preservación de las tradiciones yóguicas de Tíbet. 

El budismo vajrayana enfatiza la instrucción oral en la relación gurú-discípulo, la preserva­ción de los textos y enseñanzas y la práctica solitaria como medio para salvaguardar estas tradiciones de símbolos y meditación. Estos aspectos conforman la matriz del estudio de la dakini. [..]
22-sep-12


[..] Todas las grandes cualidades de la budeidad 
-la sabiduría, la compasión y la capacidad para beneficiar a los demás- 
surgen de este despertar original. 
Volvamos a la palabra sangye, el termino tibetano para "buda", 
que literalmente significa "perfección purificada". 
La conciencia dualista manchada con los cinco venenos se purifica, 
mientras que la abundancia innata de las cualidades de sabiduría se perfecciona. 
A esto también se le llama despertar o iluminación.
Esto es, brevemente, la esencia o el mismo corazón de 
las "tres palabras que golpean el punto vital". 
Si quieres más detalles, puedes leer todo el Tripitaka, 
los comentarios de los maestros, los cien mil tantras ñingma, etc. 
Un gran maestro dijo una vez:
 " Todos los miles de volúmenes y escrituras 
han sido enseñados con el solo propósito de realizar las tres palabras". 
El único propósito de que el Buda diera enseñanzas
fue el de capacitarnos para reconocer nuestra naturaleza vacía y conocedora, 
entrenarnos en eso y lograr estabilidad.

El herrero puede mover su martillo en todas las direcciones, 
pero tiene que de­jarlo caer siempre en el yunque. 
Del mismo modo, el Buda dio todas las diferentes clases de enseñanzas, 
pero todas ellas se reducen al mismo punto. 
Aunque el he­rrero haga oscilar su martillo en el aire, 
siempre intenta golpear en un solo punto en el yunque. 
El martillo que golpea en este punto en el yunque es como 
"las tres palabras que golpean el punto vital".
Qué queremos decir por punto vital:
Si tú quieres matar a alguien, el cuerpo físico tiene sus puntos vitales, 
por ejemplo, el corazón. 
Si quieres matar o cortar la fuerza vital del pensamiento confuso, 
no hay otro método que reconocer la na­turaleza búdica. 
Cómo matarías a alguien si le cortas los brazos y las piernas no lo matarás de verdad, 
no es así Apuñalándolo en un pie tampoco lo matarías. 
Pero si lo apuñalas perfectamente en el corazón, 
en el mismo momento en el que saques el puñal, tu víctima ya estará muerta.
Si quieres matar la confusión del samsara, tu arma son esas tres palabras.

Hay otro proverbio de Kham sobre una montaña llamada Ngomo Langtang, 
que está en el linde de una vasta planicie.
Cuando se anda hacia la montaña, 
siem­pre parece que se está justo enfrente de ella, 
sin importar cuán lejos se esté, 
"a un día de marcha es visible, a dos más de marcha es visible". 
La distancia es tan vasta que parece que nunca te acercas. 

Victor Olenev http://www.arthealing.org/
Del mismo modo, 
cuando doy enseñanzas hablo precisamente este punto y 
cuando doy otra enseñanza de nuevo vuelvo a hablar justo de ello. 
Es como el gorgorito de un pequeño gorrión. 
Un gorrión gorgoritea del mismo modo cada día. 
Mi enseñanza siempre es la misma. 
Yo gorgoriteo un día y al día siguiente hago justo el mismo gorgojeo. [..]


El maestro dijo:
Si practicas el dharma, necesitas observar ocho clases de silencio.
La dama preguntó: Cuáles son
El maestro dijo: Para observar el silencio del cuerpo, 
permanece en lugares de retiro sin caer en extremo alguno. 
Haciendo esto te apartarás de la pasión y de la agresión.

- Para observar el silencio de la palabra, permanece como un mudo.
Haciendo esto no te distraerás de la práctica espiritual chismorreando con otros.

- Para observar el silencio de la mente, no permitas ser gober­nado 
por el pensamiento discursivo y las distracciones.
Esto te permitirá permanecer en la naturaleza innata del dharmakaya más allá del pensamiento.
- Para observar el silencio de los placeres sensoriales, abando­na los conceptos de alimento puro e impuro.
Esto hará tu vida simple y será causa de que las dakinis se reúnan.


- Para observar el silencio de las instrucciones orales, no las des a personas inadecuadas.
Esto te permitirá recibir las bendi­ciones del linaje.

- Para observar el silencio de la conducta, actúa espontánea­mente y sin hipocresía.
Esto te permitirá progresar y evitará que tu mente acumule oscurecimientos.
- Para observar el silencio de la experiencia, permanece libre de apego o fascinación 
por tus experiencias y no las comentes con los demás.
Esto te permitirá alcanzar el siddhi de mahamu­dra en esta vida.

- Para observar el silencio de la realización, permanece libre de ambición y
 reposa sin caer en extremo alguno.
Esto te permi­tirá ser liberado instantáneamente en el momento de la realiza­ción.
En general, la gente que no puede practicar ni siquiera el tiempo que dura una comida, 
que son incapaces de permanecer en silencio hasta que la sesión de recitación ha finalizado y no pueden mantener sus parlanchinas bocas cerradas, no tendrán el más mínimo éxito en guardar silencio. [..]



[..] El hecho de que en el atiyana-dzogchén el verdadero maestro sea el aspecto Visión o tawa de la vía, y de que el compromiso consista en encontrarse más allá del juicio y por ende de pensar en términos de preceptos, no significa que, cuando el individuo no logre mantener la Contemplación y en ella o él se manifieste la valorización-absolutización delusoria no exista compromiso alguno con el maestro y con los otros practicantes.194 La relación entre el maestro y sus estudiantes se extiende hasta la realización final, de modo que en la mayoría de los casos va mucho más allá de la tumba. 

También el hecho de que distintos practicantes sigan la misma enseñanza y tengan el mismo maestro, 
o de que realicen juntos una práctica en el estado de Contemplación, 
una relación entre ellos que dura hasta la realización final. 
Este tipo de relación se compara con la existente entre personas que están juntas en el mismo bote con la intención de llegar a la otra orilla: si dañan el bote o se ponen a pelear entre sí en medio del río, los resultados pueden ser extremadamente negativos. A las personas que quieren llegar a la otra orilla —el nirvana— en el bote de la enseñanza de un cierto maestro, se las conoce como hermanos y hermanas vajra. Ellas deben colaborar y respetarse entre sí; de hecho, si la colaboración y el respeto están presentes, no se crearán dificultades mayores, aunque puedan ocurrir incidentes menores.
Ahora bien, el hecho de que vayamos en el mismo barco con un respetado maestro y con nuestros hermanos y hermanas vajra, sobre todo cuando el barco en cuestión está asociado a la enseñanza que consideramos como la suprema, implica el peligro de usar nuestra pertenencia al grupo que consideramos como el más especial, dirigido por el maestro más importante, para mejorar nuestro sentido de identidad e inflar nuestro pecho con orgullo. Esto es especialmente peligroso en el momento actual, cuando el budismo tibetano se ha transformado en la forma de espiritualidad más chic de Hollywood y de la cultura pop, y se ha llegado a conocer ampliamente que el dzogchén constituye la enseñanza suprema de esa forma de budismo.
En tales condiciones, ser practicante de budismo tibetano y en particular de dzogchén puede ser un signo de estatus, y la condición de «viejo practicante» puede conferir al individuo un sentido de identidad todavía más elevado. Ahora bien, mejorar el propio sentido de identidad por medio de la práctica del budismo implicaría usar la enseñanza que conduce más allá del samsara para ascender temporalmente a los reinos superiores de éste, empujando egoistamente hacia abajo a los no-budistas, o a quienes no pertenezcan a nuestro grupo. Sería sumamente triste que empleásemos el dzogchén para dar rienda suelta a los impulsos que el budismo y la enseñanza dzogchén deberían permitirnos superar. [..]

[..]194 De hecho, al juzgar al maestro y/o a los otros practicantes estaríamos violando el samaya del dzogchén, que exige continuar ininterrumpidamente en el estado de rigpa o Verdad más allá de todo juicio y de todo tipo de dualismo. Por esto se dice que este samaya con el maestro no se encuentra totalmente aparte del ya considerado. [..]
Parte I. Budismo
Instrucción de Padmasambhava,
en la que se resume la esencia de la contempla­ción del atiyoga
y, en definitiva, de la meditación bu­dista.
Mientras el gran maestro Padmasambhava
perma­necía en la Ermita de la Gran Roca próxima a Samye,
Sherab Gyalpo de Ngog, un anciano iletrado
que tenía gran fe y devoción,
estuvo sirviéndole durante más de un año.
En todo ese tiempo, el anciano no de­mandó enseñanzas
y el maestro tampoco le dio ningu­na.
Sin embargo,
cuando Padmasambhava se disponía a abandonar la ermita,
Sherab Gyalpo le ofreció un plato de mandala
coronado por una flor de oro y dijo así:
-Gran maestro, préstame atención.
Aunque sólo soy un anciano que carece de educación,
mi inteligen­cia es escasa y mis elementos se hallan casi agotados,
este viejo que ya se encuentra cerca de la muerte te pide,
sin embargo, una enseñanza sencilla de compren­der,
capaz de eliminar completamente cualquier duda,
fácil de aplicar, realizar y que posea una visión efecti­va
que pueda serme de utilidad tanto en ésta,
como en existencias venideras.
Entonces, Padmasambhava señaló con su bastón de viaje
hacia el corazón del anciano y habló del siguien­te modo:
-¡Escucha, hombre viejo!
Observa profundamente en la conciencia primordial,
la verdadera naturaleza de tu mente.
Carece de forma, color, centro o periferia.
En el principio, está vacía porque no tiene ningún origen;
en el medio, está vacía porque no posee un lugar don­de permanecer;
al final, está vacía porque no tiene des­tino donde ir.
Cuando contemplas esta vacuidad no compuesta,
absolutamente clara y Gnoscente*,
reco­noces tu rostro original,
comprendes la naturaleza últi­ma de los fenómenos,
percibes la esencia de la mente,
resuelves el estado fundamental de la realidad
y disipas todas las dudas acerca de cualquier tópico de conoci­miento.
Esta conciencia primordial plenamente des­pierta
no está constituida de ninguna sustancia,
existe de manera espontánea
y es inherente a todos los seres.
Así pues,
la verdadera naturaleza de los fenómenos es fácil de realizar
porque no tiene que ser buscada sino en la propia mente.
Photobucket
»La verdadera naturaleza de la mente
trasciende todo apego hacia un perceptor concreto,
un acto de percibir
y un objeto percibido
desafiando toda categoría acerca de permanen­cia o aniquilación.
En ella no hay nada que despertar
porque el estado de iluminación
es la propia conciencia primordial naturalmente despierta.

En ella no exis­te nada que pueda dirigirse a malos renacimientos
por­que la conciencia primordial es naturalmente pura.
En ella no existe práctica que aplicar
porque la conciencia primordial es naturalmente Gnoscente*.
Ten la certe­za de que la gran visión del estado natural
presente en uno mismo
no puede ser hallada más que en la propia mente.
»Cuando asimilas plenamente esta visión a tu expe­riencia,
entonces,
tu cuerpo se convierte en el verda­dero lugar de retiro meditativo.
Y, externamente,
sean cuales sean las posibles apariencias que surjan,
todas ellas ocurren espontáneamente y se hallan natural­mente vacías.
Por lo tanto, déjalas ser más allá de todo juicio
y las apariencias de manera natural espontáneamente liberándose,
no sólo se transformarán en tus aliados
sino en el mismo sen­dero de la práctica.
»En lo que concierne al interior,
todos los pensa­mientos y movimientos de la mente
carecen de esencia y están vacíos.

Así pues,
reconoce la verdadera natura­leza de los pensamientos y,
de este modo,
los pensa­mientos de manera natural espontáneamente liberándose
e integrándose fácil­mente en el sendero dé la práctica.
 
»En cuanto al consejo más esencial,
no importa cuál sea la emoción conflictiva que experimentes,
contémplala directamente y se liberará por sí misma
desa­pareciendo sin dejar rastro.
Esto es sencillo de practi­car.
»Entonces,
tu meditación dejará de estar confinada a sesiones formales y,
sabiendo que todo puede convertirse en una ayuda,
la percepción de tu verdadera natu­raleza será incesante,
las experiencias meditativas se tornarán inmutables,
tu conducta será plenamente es­pontánea y,
allí donde estés,
nunca te separarás de tu naturaleza más profunda.
»Comprenderás que,
si bien el cuerpo material pue­de ser viejo,
la conciencia primordial carece de edad
y no establece distinciones entre juventud y vejez.
Reco­nocerás que el despertar innato
se halla espontánea­mente presente en todos los seres y,
en consecuencia,
que no existe diferencia entre poseer una inteligencia perspicaz o lerda
y que tampoco importa la poca o mu­cha erudición.
Y, del mismo modo,
cuando reposes en este estado inmutable te darás cuenta de que,
aunque el cuerpo -el soporte de la mente- se desmorone,
el dharmakaya de sabiduría primordial es incesante
y por consiguiente,
no hay diferencia alguna entre la vida y la muerte.
»¡Hombre viejo, busca siempre el verdadero signifi­cado!
¡Adopta la práctica de corazón!
¡No confundas las meras palabras con el sentido verdadero!
¡Atrapa siempre el significado verdadero,
más allá del superficial envoltorio que suponen las palabras!
 
¡Sé constante porque la diligencia es tu mejor amigo!
¡Abraza todo con ple­na atención!
¡No caigas en las charlas sin sentido y las palabras fútiles!
¡No te involucres en metas mundanas!
¡No te preocupes por la descendencia!
¡No ansíes ex­cesivos alimentos y bebida!
¡Trata de morir como un ser insignificante!
Tu vida se te escapa.
Apresúrate pues,
a poner en práctica esta instrucción dirigida a un anciano
que se halla cerca de la muerte.
Esto fue recogido por escrito por Yeshe Tsogyal,
princesa de Kharchen,
para beneficio de las generacio­nes futuras.
´